Bienestar en niños enfermos hospitalizados


REVISIÓN BIBLIOGRÁFICA

 

Bienestar en niños enfermos hospitalizados

 

Hospitalized sick children well-being

 

 

Omar Cruz Martin,I Digna Edelsys Hernández Meléndrez,II Maydell Pérez Inerárity.III

I. Licenciado en Sicología. Máster en Salud Pública. Profesor Auxiliar de la Universidad de Ciencias Médicas "Dr. Serafín Ruiz de Zárate Ruiz", Facultad de Medicina, departamento de Sicología, Carretera del Acueducto y Circunvalación, Santa Clara, Villa Clara. Cuba. omarcm@infomed.sld.cu
II. Licenciada en Sicología. Doctora en Ciencias Sicológicas. Máster en Sicología de la Salud. Especialista en Sicología de la Salud, Profesora Titular. Escuela Nacional de Salud Pública, Calle 100 # 10132 e/ Perla y E, Altahabana, Boyeros. La Habana, Cuba, 10800 edelsys.hernandez@infomed.sld.cu
III. Licenciada en Sicología, Doctora en Ciencias de la Educación, Máster en Ciencias de la Educación Superior. Profesor Titular. Universidad Central de Las Villas, Facultad de Medicina, departamento de Sicología, Carretera a Camajuani Km 51/2, Santa Clara, Villa Clara, Cuba. maydell@uclv.cu

 

 


RESUMEN

Durante su desarrollo el niño se enfrenta a eventos que plantean demandas difíciles de satisfacer como la enfermedad y la hospitalización. La Organización Mundial de Salud define la salud como un estado de completo bienestar físico, mental y social, pero no existe consenso en la literatura sobre el término bienestar. El objetivo del artículo es realizar una revisión bibliográfica acerca del concepto bienestar en niños, asociado al proceso salud - enfermedad y a la hospitalización. Los niños experimentan bienestar cuando predominan sus emociones positivas, estas favorecen la salud, las negativas, pueden provocar estados patológicos y son frecuentes en la hospitalización. Esa realidad amerita ser transformada. El bienestar en niños hospitalizados constituye un reto para las ciencias médicas para penetrar las bases del nivel secundario de atención.

Palabras clave: salud, bienestar en niños, niño hospitalizado, atención secundaria.


ABSTRACT

Throughout their development, children face events that pose hard-to-satisfy demands for them such as illness and hospitalization. The World Health Organization defines health as a state of complete physical, mental, or social well-being; however, there is no consensus in literature about the term "well-being". The objective of the article is to do a bibliographic review on the concept of children well-being associated to the health-illness process and to hospitalization. Children experience the state of well-being when positive emotions, which favor health, prevail. Negative feelings, on the other hand, can cause pathological states and they are common in hospitalization. That reality merits transformation. Hospitalized children's well-being presents a challenge for medical sciences in order to get inside the basis of secondary health care attention.

Keywords: health, children well-being, hospitalized children, secondary health care.


 

 

INTRODUCCIÓN

El término bienestar y la salud guardan estrecha relación, esta última es una construcción social compleja frecuentemente comprendida por contraposición a la enfermedad, al decir de Martinez Abreu,1 se consideran como categorías dialécticas pares. Su interpretación ha evolucionado de acuerdo con las diferentes etapas del desarrollo del pensamiento: mágico, religioso, escolástico, matemático, sociológico, biológico y holístico en el siglo XX.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1946, definió la salud como "[...] estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades".2 Definición que a pesar de aportar una concepción integradora es cuestionable fundamentalmente por su carácter estático y utópico. Así, según Muñoz Muñoz,3 la salud más que un estado es un proceso dinámico, donde en un extremo está la salud y en el otro la enfermedad.

La salud se relaciona con el desarrollo social, el cual se asocia al crecimiento económico que facilite las mejores opciones políticas, económicas, legales, ambientales, educativas, de bienes y servicios, de ingreso, de empleo, de recreación y participación social, con equidad, para que de forma individual y colectiva, los ciudadanos desarrollen sus potencialidades de bienestar.1,4-6

La salud y por tanto, el bienestar a ella asociado, no pueden ser concebidos como resultantes de los servicios de salud sino como consecuencia de otros determinaciones, que incluye componentes tanto subjetivos como objetivos, elementos del ambiente, las políticas y componentes relacionados con el individuo, que deben evaluarse en términos cualitativos y cuantitativos.7,8

Los determinantes de la salud son el conjunto de factores complejos que al actuar de manera combinada determinan los niveles de salud de los individuos y comunidades.9

Evans presentó un grupo de factores que inciden en los niveles de salud de la población, el ingreso, el empleo, la posición social, las redes de apoyo social, la educación y los factores sociales en el lugar de trabajo, al igual que otros aspectos del entorno físico natural y construido por las personas, los hábitos personales de salud, la competencia personal, las aptitudes de adaptación, el sentido de control y dominio y las características genéticas y biológicas, además los servicios a todos los niveles la salud.8

El modelo de los determinantes sociales de la salud OMS (informe de 2008) asume que las condiciones sociales en que las personas viven y trabajan, el contexto y los procesos sociales impactan sobre la salud y por tanto, sobre el bienestar.

Dentro de los factores determinantes claves de la salud se encuentran los ambientales o del entorno, concretamente, los factores físicos y los factores sociales, los cuales ejercen una contribución relativa más significativa sobre los niveles de salud de la población que cualquiera de los restantes factores que la determinan.10

Health Canada y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) asumen como determinantes de la salud de las poblaciones: ingresos y nivel social, redes de apoyo social, educación, empleo y condiciones de trabajo, entornos sociales, entornos físicos, prácticas de salud personales y aptitudes de adaptación, desarrollo sano del niño, características biológicas y genéticas, servicios de salud, género, cultura, y por último la falta de acceso a la atención de salud y a los servicios culturalmente apropiados.11

Para Linares Pérez12 la comprensión amplia de los determinantes sociales de la salud sugiere que los servicios de salud por si solos, son insuficientes para aprehender y transformar los mismos. Esto puede ser aplicado a la atención en el nivel secundario de salud, especialmente en la hospitalización infantil, donde el control y la eliminación de la enfermedad debe ser solo una condición necesaria para el restablecimiento de la salud y del bienestar como objetivo superior y último. El sector salud no puede actuar solo, porque la mayoría de los factores determinantes de la salud están fuera de su competencia.13,14 El objetivo del presente artículo es realizar |una revisión bibliográfica acerca del concepto de bienestar en niños, asociado al proceso salud - enfermedad y a la hospitalización

 

DESARROLLO

La sicología tradicional ha intentado explicar las enfermedades mentales y físicas, sus avances han permitido generar teorías acerca del funcionamiento mental humano y el desarrollo de terapias. Al respecto en su trabajo Vázquez y colaboradores,15 postulan que, el gran énfasis de la sicología clásica en la enfermedad, ha hecho descuidar los aspectos positivos y los recursos internos del individuo, tales como el bienestar, la satisfacción, la esperanza, el optimismo y la felicidad y por consecuencia los beneficios que estos presentan para las personas.

En un estudio sobre literatura científica de Salanova,16 en cien años a partir del 1907, se publicaron 77614 artículos de estrés, 44667 de depresión, 24814 de ansiedad y solo 6434 sobre bienestar (12, 7 y 4 por cada 1). En relación a los estados de ánimo, los reportes negativos son veinte veces más frecuentes que los centrados en estados emocionales positivos.

El concepto de salud de la OMS favoreció el desarrollo de una sicología enfocada a la psiquis del hombre sano, y propició el aumento de la producción científica sobre felicidad, disfrute y bienestar. El foco tradicional en el síntoma y la enfermedad se trasladó hacia un concepto de salud cada vez más amplio que incluye aspectos del funcionamiento óptimo personal y no únicamente la ausencia de enfermedad.

Pero el tema bienestar no es nuevo, con el renacer del interés en él, cobran vigencia dos antiguas orientaciones conceptúales: la hedonia (Epicuro) y la eudaimonia (Aristóteles), la primera se define como el predominio del afecto positivo sobre el negativo, el logro del placer. La segunda concibe el bienestar como el resultado de vivir de forma plena y desarrollar los potenciales humanos más valiosos.17,18

Con este origen, no existe consenso en la literatura actual sobre el término bienestar, ha sido visto en ocasiones como un estado, sin que haya acuerdo al respecto. Los términos bienestar sicológico, subjetivo y emocional son usados indistintamente por los autores. Se han estudiado, tres niveles diferentes de bienestar, uno asociado al logro de la virtud, a una vida de bien, otro al logro de metas en la vida y una adecuada calidad de vida y otro relacionado a los afectos, con el predominio de emociones positivas. Tales diferencias conceptuales pueden generar incomunicación entre los diferentes grupos de profesionales y ocasionar incompatibilidad entre sus intervenciones.18

Para Victoria García-Viniegras18 el bienestar sicológico es: ... la vivencia subjetiva relativamente estable que se produce en relación con un juicio de satisfacción con la vida (balance entre expectativas y logros) en las áreas de mayor significación para cada individuo en particular y que posee un carácter positivo, de disfrute personal, donde predominan los estados emocionales positivos. Las expectativas trazadas, los logros obtenidos y el balance entre ambos están mediados por la personalidad y por las condiciones socio-históricas y culturales en que se desenvuelve el individuo.

Para esta autora, el bienestar sicológico es la dimensión subjetiva de la calidad de vida, este posee elementos reactivos, pero trasciende la reacción emocional inmediata, comprende elementos más estables expresión de lo cognitivo. El bienestar sicológico se deriva de experiencias humanas vinculadas al presente, pero está mediado por experiencias del pasado en tanto "lo logrado" es fuente de bienestar y a la vez posee una proyección al futuro traducida en metas, aspiraciones y objetivos en la vida. La satisfacción con la vida surge a punto de partida de una transacción entre el individuo y su entorno micro y macro social.18

Esta posición integradora es entendible, pero no aplicable en la infancia por implicar un nivel alto de desarrollo del auto concepto. Tampoco es funcional en el caso de pacientes portadores de una enfermedad crónica no transmisible en hospitalización, sobre todo en estado terminal. Según García- Viniegras y López González18 lo que nos produce satisfacción y disfrute, varía de una sociedad a otra, de una época a otra, de una etapa del desarrollo social a otra y de un momento de la vida personal a otro.

Los niños experimentan bienestar cuando en su vida predominan las emociones positivas sobre las negativas.19 En ellos resulta difícil entender esta categoría en función del logro de una vida acorde a principios, ni siquiera al logro de metas y de calidad de vida, especialmente en el caso de niños enfermos.

Una persona enferma puede estar satisfecha con lo logrado en la vida, haber vivido una vida acorde a sus valores, haber realizado sus potencialidades y a pesar de su estado, puede tener conformidad con todo ello, pero el desbalance marcado entre emociones positivas y negativas, el temor a la posible exposición a procederes médicos invasivos, el sentimiento de pérdida generalizada y la proximidad de la muerte, entre otras razones, plantean el cuestionamiento, ¿existe en él bienestar? Desde las diferentes posiciones abordadas las respuestas pueden ser contradictorias.

A juicio de los investigadores, no deben confundirse concepciones del bienestar con la existencia del mismo, la hedónica y la eudaimónica son concepciones diferentes y contrapuestas del fenómeno, que han sido, en el devenir histórico, interpretadas como dos tipos diferentes de bienestar, entiéndase: dos concepciones de un único proceso, el bienestar.

Tales concepciones ven asociado el bienestar a factores diferentes, particularidad que ha marcado las teorías posteriores hasta la modernidad, así, se asocia el bienestar a la presencia y predominio de emociones positivas sobre negativas, a satisfacción con la vida, (una buena vida) el logro de metas y propósitos, el desarrollo de potencialidades, el vivir acorde a principios (entiéndase una vida de bien), entre otros.

Al entender el bienestar a partir de los factores a los que el mismo está referido se puede confundir el propio bienestar con las causas a las que él se asocia, o lo que es lo mismo, sus determinantes, lo que conlleva a aceptar la existencia de disimiles bienestares.

El bienestar debe ser visto como único e indivisible, no hay dos ni tres tipos, su división implicaría el absurdo de su posible contraposición. Debe ser entendido como el estado resultante del proceso de balance de emociones positivas y negativas. El alto bienestar estará determinado por una afectividad placentera elevada y una afectividad displacentera baja.18 Tiene factores determinantes externos, las condiciones de vida, la calidad de vida, con toda una madeja de condiciones, influencias, y factores medioambientales, relacionales y sociales, las cuales actúan sobre el individuo mediatizadas por condiciones internas, como los factores cognitivos, que le imprimen sentido personal y generan cierta estabilidad o no al bienestar consecuente.

No puede entenderse el bienestar al margen del sentido personal que tiene la realidad percibida por el individuo, pero eso no significa reducir el primero a sus determinantes internos, que actúan en última instancia como mediatizadores de las condiciones externas vivenciadas. Entiéndase por tanto el bienestar como el estado de satisfacción resultante del predominio de emociones positivas sobre negativas, consecuente de la interiorización de condiciones externas, asociadas a la cultura y al desarrollo social en un momento histórico concreto, mediatizadas por determinantes internos dentro de las cuales se encuentra lo cognitivo.

Las orientaciones hedónica y eudaimónica del bienestar no son excluyentes, coexisten en cada persona, más o menos equilibradas a razón de cómo se defina la compleja relación de lo interno y lo externo en cada individuo concreto, en una situación y momento específico. En las primeras etapas de la vida, por el inconcluso desarrollo social del individuo y en la enfermedad, especialmente al encarar la muerte como posibilidad real, por ser quizás la más profunda crisis de la vida, se reordena todo el sistema de sentidos de la personalidad, y se refuerza el valor de lo emocional en el bienestar.20

Si se considera la salud como una categoría integral se puede considerar que el bienestar sicológico es la expresión sicológica de ella. Así como el estado natural biológico del organismo es la salud, en el área socológica esa disposición la constituye el bienestar.17 Existen evidencias científicas que permiten suponer que las emociones positivas potencian la salud, mientras que las negativas tienden a disminuirla.21

Las emociones pueden ser positivas o negativas. En el caso de las primeras predomina la vivencia de placer. Existe un repertorio muy extenso de estas emociones.17,22 la alegría, el interés, amor y satisfacción, la esperanza, el optimismo, la serenidad y el "flow" que puede traducirse como flujo de conciencia.23

Estas emociones son conceptualizadas como un cambio de estado, concertado, generalmente adaptativo, de múltiples sistemas fisiológicos en respuesta a un estímulo que es valorado como agradable.21 Diferentes investigaciones señalan el efecto beneficioso de las emociones de este tipo. Son favorecedoras del pensamiento creativo en la resolución de problema, se plantea que el afecto positivo promociona la flexibilidad cognitiva, respuestas innovadoras, la búsqueda de información, la autoprotección ante las situaciones negativas, facilita la planificación y la toma de decisiones asertivas.23

Para Berrocal y Díaz22 las emociones positivas promueven estrategias cognitivas específicas, aumentan los recursos intelectuales, bajo abandono escolar, una mejora del entendimiento de las situaciones complejas y un alto ajuste sicológico. También se señala el beneficio en el campo de la motivación.

Las emociones, tienen una doble importancia, además de contribuir a la calidad de vida de las personas como marcador del bienestar, constituyen un medio para conseguir crecimiento sicológico y mejoría del bienestar por más tiempo.22,24

En los sujetos que poseen un mayor bienestar emocional predomina una valoración positiva de sus circunstancias y eventos vitales; mientras que los "infelices" ven la mayoría de los acontecimientos como perjudiciales.25 Variables relativas al apoyo social tienden a corresponder con emociones positivas; mientras que los acontecimientos negativos se encuentran relacionados con las negativas.25

Las emociones positivas optimizan el bienestar, pues contrarrestan las situaciones estresantes. La capacidad para experimentar las mismas constituye un importante recurso sicológico, favorece la salud y la integridad.

Las emociones negativas, propician la desorganización de las respuestas emocionales y pueden provocar la aparición de estados patológicos. Una de las razones del interés científico y profesional en las emociones, es la convicción de que el estado emocional puede producir salud o enfermedad.24 Las emociones negativas pueden preceder a la enfermedad y/o ser consecuencias de ésta, pueden influir en la génesis y evolución de diversos trastornos y a su vez la presencia de trastornos genera la aparición de emociones.26

El papel de las emociones negativas en el proceso salud-enfermedad ha despertado más interés.18,27 Diferentes estudios han demostrado el papel que juegan los factores emocionales en los: trastornos sicosomáticos, las infecciones, los problemas cardíacos, y el cáncer.28

Las emociones negativas son vivenciadas de diferente forma por cada persona, en dependencia de características individuales, del contexto en el que se desenvuelve el ser humano y las características de la etapa del desarrollo. La ansiedad y la depresión tienen alta incidencia en niños hospitalizados.

Para algunos autores, el sufrimiento de estados emocionales negativos persistentes puede afectar el funcionamiento del sistema inmunológico, del sistema endocrino-metabólico y, en general, de todas las funciones fisiológicas,25 la totalidad de sistemas orgánicos aparecen relacionados con factores sicológicos que influyen de manera importante en el inicio, desarrollo y mantenimiento de enfermedades.

Los niños no están exentos de experimentar momentos desintegradores en el proceso de salud enfermedad, en ocasiones llegan a padecer enfermedades con serias implicaciones para su integración social, escolar, familiar, entre otras, que generan emociones negativas. Las enfermedades crónicas marcan particularmente el desarrollo del menor que las padece, el estudio de su impacto se convierte en un objetivo esencial de las ciencias.29

Situaciones de tensión como la hospitalización pueden generar depresión en el niño, y en las personas que le rodean, especialmente sus familiares quienes frecuentemente presentan temores y preocupaciones con respecto al futuro de sus hijos. Se sienten inseguros, impotentes o culpables por no poderlos proteger, emociones negativas que si no son bien manejadas por el adulto acrecientan las afectaciones del estado de ánimo del menor.30

La enfermedad es la causa que lleva al niño a entrar en contacto con el hospital. La gravedad y tipo de tratamiento que ésta requiera, determina la prolongación y frecuencia de los ingresos y por tanto la exposición a un ambiente físico y entorno social que afecta el bienestar. Martinez Abreu1 plantea, no hay un nivel último, pero si un nivel óptimo, por debajo del cual las condiciones de vida se tornan amenazantes para la salud y el bienestar.

Durante su desarrollo el niño se enfrenta a eventos que plantean demandas difíciles de satisfacer. Situaciones bruscas, imprevisibles, que enfrentan al niño con estresores que superan su capacidad adaptativa y pueden provocar la pérdida de su equilibrio bio-sico-social, la hospitalización es uno de ellos.31 El grado de comprensión de los niños acerca de la enfermedad no les permite entender la razón de la misma, ni la necesidad del tratamiento.32

La hospitalización infantil abarca un conjunto de factores, capaces de generar respuestas de estrés. Su efecto varía en función de la edad, de las experiencias previas, de variables de personalidad y del repertorio de habilidades de afrontamiento del niño.33

Los principales estresores durante la hospitalización infantil son: la enfermedad, el dolor, el entorno hospitalario que resulta no familiar y con presencia de extraños, las exposiciones al material o a procedimientos médicos invasivos, el miedo a no despertar, la separación de los padres, familiares y amigos, el estrés de los acompañantes, generalmente los padres, la ruptura de la rutina vital y adaptación a una rutina desconocida e impuesta, pérdida de la autonomía, control y competencia personal, incertidumbre sobre la conducta apropiada y la posibilidad de la muerte.32-34

En la hospitalización el sujeto percibe un incremento de su propia vulnerabilidad, al mismo tiempo que aumenta la cantidad de estímulos estresantes, incluso amenazantes a la propia integridad física.35 Resulta complejo delimitar el estrés derivado de la enfermedad del que genera la propia hospitalización y las circunstancias asociadas a ésta.36,37 La permanencia en el hospital le impide la asistencia regular a la escuela y la relación con sus compañeros, aspecto que dificulta sus relaciones y puede generar aislamiento.36,38,39

Las alteraciones de tipo conductual, emocional y cognitivo son frecuentes entre los pacientes pediátricos hospitalizados.40,41 En los niños de edad temprana la hospitalización puede provocar inquietud, ritmos alterados, irritabilidad, inapetencia, regresiones, ansiedad de separación mientras que en niños de edad escolar y preescolar provoca tristeza y depresión como síntomas más generalizados. Estas reacciones se deben en gran medida al miedo.33,44 Estudios de miedos específicos precisan que los temores más frecuentes en la población infantil hospitalizada son a sufrir daños físicos, a los lugares cerrados y a la muerte.37,43

El niño puede experimentar alteraciones emocionales tanto durante la hospitalización como después de ella.44 La gama de alteraciones sicológicas que pueden manifestarse van desde trastornos del sueño o fobias simples hasta problemas de conducta y dificultades en el aprendizaje. La ansiedad y la depresión son los síntomas que con mayor frecuencia aparecen.45

Existe evidencia que sugiere la presencia de ansiedad en los niños como respuesta emocional al evento de hospitalización. Aguilera y Whetsell29 observaron diferencias en la ansiedad a través del tiempo, la misma se presentó en niveles más altos durante la hospitalización y más bajos después de egresar del hospital. Es necesario prevenir, identificar y tratar la ansiedad en el niño a través de programas de educación para la salud, durante y después de la hospitalización.

La hospitalización infantil es también estresante para los padres; en algunos casos, los progenitores experimentan un alto grado de malestar que incide en los niños.46 Méndez, Ortigosa y Pedroche36 postulan la existencia de relación entre ansiedad materna y nivel de activación cardiaca del hijo, así como también se encontró correlación entre ansiedad de las madres y alteraciones conductuales en niños hospitalizados. El estrés de los padres dificulta la adaptación del niño a la hospitalización. Un afrontamiento inadecuado de la experiencia hospitalaria por parte de los padres incrementa el estrés infantil.

Los sistemas nacionales de salud deberán mover el foco de su colosal trabajo hacia los aspectos que tienen que ver con la vida, el bienestar y la salud en lugar de privilegiar los aspectos relativos a la enfermedad y el riesgo.3

A decir de Cruz,47 cuando un niño es hospitalizado ejerce su derecho total a que se le proteja su salud, pero unido al ejercicio de ese derecho viene cierto freno o limitación al disfrute de otros derechos esenciales, como el derecho a la educación, al esparcimiento, al juego, a las actividades recreativas, a participar en la vida cultural y en las artes, entre otras, incluso en ocasiones pierde hasta el derecho a su identidad cuando frecuentemente es nombrado por la enfermedad que padece o por el número de su cama, derechos todos refrendados por la ley.

Resulta paradójico, continua el autor, que luego de tantos esfuerzos y logros en la consagración de los derechos del niño, el beneficiarse de uno de ellos impida o dificulte el disfrute otros. El bienestar implica inexorablemente el ejercicio pleno de sus derechos fundamentales, esa realidad amerita ser transformada.

 

CONCLUSIONES

El término bienestar, teniendo en cuenta el nivel de desarrollo y la condición de los sujetos, debe entenderse como el predominio de emociones positivas sobre las negativas, por la repercusión que ellas tienen en el proceso salud enfermedad.

Las condiciones artificiales de vida que constituye el hospital, para los niños que necesitan ser internados, repercuten inexorablemente en los niveles de salud propios y de su familia y afectan la recuperación de la enfermedad.

El tema del bienestar en niños hospitalizados constituye un reto a las ciencias de la salud, las que encuentran por esta vía una brecha para penetrar las bases del nivel secundario de atención.

 

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Recibido: 01/12/2016
Aprobado: 22/05/2017

 

 

Omar Cruz Martin. Licenciado en Sicología. Máster en Salud Pública. Profesor Auxiliar de la Universidad de Ciencias Médicas "Dr. Serafín Ruiz de Zárate Ruiz", Facultad de Medicina, departamento de Sicología, Carretera del Acueducto y Circunvalación, Villa Clara. Cuba. omarcm@infomed.sld.cu